El 24 de Enero de 1995 el sociólogo Manuel Castells escribía un artículo en el diario El País titulado Mediocracia¹. En él, planteaba la controvertida cuestión de la creciente influencia de los medios de comunicación. Castells afirmaba que los medios no eran el cuarto poder, sino que eran el espacio donde se genera, se mantiene y se pierde el poder. Una perspectiva interesante, habida cuenta que el autor analiza factores tan importantes como las tendencias políticas y religiosas de los medios, así como la naturaleza privada de los mismos.
Sin duda, más de 20 años después, es evidente que el reinado del tertulianato y el editorialismo de portada han convertido a los medios en el principal espacio de la batalla política. Formatos como Al Rojo Vivo o diarios como La Razón no existirían si el periodismo no hubiera abandonado la tendencia centrípeta que caracteriza a cualquier sistema político. Los medios (y formatos) de trinchera que cito han triunfado -curiosamente, los ejemplos que cito bajo la misma empresa madre, el grupo Planeta-.
La tesis de Castells en 1995 al respecto del papel de los medios era la siguiente: ya que los medios tienen interés en obtener un beneficio económico (y por tanto, unas ventas determinadas), éstos tendrán mayor autonomía del poder político. Por lo tanto, aunque los medios no sean neutros, no tendrían impedimento para publicar ciertos nombres o para informar sobre determinados escándalos. Independencia periodística pagada con el dinero de los lectores. Sin duda, por aquel entonces, este hecho era cierto. No se entendería sin esta reflexión, por ejemplo, el rol del diario El Mundo en los últimos gobiernos de Felipe González y sus escándalos de corrupción.
Actualmente, la mediocracia descrita por Castells no es balanceada, aséptica y neutral (con pesos y contrapesos que generarían independencia). En cambio, los medios se han convertido en factorías políticas (¿cuántos políticos actuales han sido previamente tertulianos?). Sin los medios, no se entendería el fenómeno Podemos (y tampoco la irrupción en España de Albert Rivera y Ciudadanos). Las grandes empresas de comunicación tienen un poder enorme y pueden convertirse en verdaderas forjadoras de liderazgos públicos.
Este poder se manifestaba, en los últimos tiempos, como soft power. La capacidad de exclusión de ciertas voces de un medio (las fuerzas independentistas en las TV privadas estatales, por citar un ejemplo) era una manera de ejercer este poder de manera blanda. El editorial de El País contra Pedro Sánchez del 23 de septiembre de 2016 no es, precisamente, un ejemplo de soft power. Este texto, acompañado de las declaraciones de Felipe González en la cadena Ser (otro medio de PRISA) fueron el principio del fin del ex Secretario General del PSOE.
¿Se ha convertido la mediocracia en una miedocracia? Esta miedocracia, donde los medios pueden ejercer de correa de transmisión e influir enormemente sobre órganos de gobierno de algunos partidos, tiene capacidad de generar gobiernos y de dar la vuelta a las palabras de todo un portavoz parlamentario socialista. Antonio Hernando se convirtió el sábado pasado en una suerte de marioneta de la miedocracia mediática.
Quiero pensar que en el PSOE manda más el Comité Federal (llámese Susana Díaz, Felipe González o Pedro Sánchez) que Cebrián o PRISA. En cualquier caso, en los tiempos de la nueva política, deberíamos exigir transparencia e independencia (no neutralidad) a nuestros medios de comunicación. Cualquier golpe interno o conspiración partidaria se escapa al interés informativo.
Afirmaba Castells en 1995 que “la tendencia hacia la descentralización e individualización de los medios de comunicación hará difícil la manipulación de información por parte de unos pocos puntos de emisión centralizada”. Hablaba de twitter y de internet. Puede ser que los medios tengan influencia, pero cada vez tienen menos capacidad de engañarnos. Podemos y debemos contrastar y diversificar nuestras elecciones informativas. El futuro “libertario de democracia electrónica y de medios de comunicación diversificados” es hoy.
Sepamos distinguir la velocidad del tocino. Desterremos la miedocracia.
¹ CASTELLS, Manuel (24 de Enero, 1995). La Mediocracia. El País. http://elpais.com/diario/1995/01/24/opinion/790902010_850215.html