El hombre es un cuñado para el hombre. La frase no es mía, es del guionista e ignorante Pepe Colubi. La capacidad de acceder al conocimiento absoluto mientras se desprecia todo tipo de opiniones alternativas es el cuñadismo. Una característica ciertamente ibérica. Soy español, ¿a qué quieres que te gane? Probablemente, a fracaso escolar.
Me explico. El cuñadismo es un cóctel donde ignorancia y soberbia se mezclan a partes iguales para obtener un elixir de fuerte sabor añejo que te capacita para comentar la actualidad de nuestros días. No es de izquierdas ni de derechas, pero tampoco se sabe bien el nombre de nuestros políticos.
- – Sí… El ministro de Industria, ¿cómo se llamaba?
- – ¿Francisco Martínez Soria?
- – ¡Ése!
El uso de whatsapp de los cuñados patrios vive impulsado por el negro de whatsapp, Julio Iglesias y chistes homófobos y racistas. Y lo sabes. Sobre todo, porque lo has recibido en multitud de ocasiones en tu teléfono móvil. Populismo mal informado al servicio de bodas, bautizos, comuniones y otros encuentros familiares.
Los politólogos tenemos un íntimo problema con este tipo de personas. En primer lugar, por nuestra propia condición. Todo el mundo afirma entender de política e incluso el menos informado tiene una opinión. Eso no tendría por qué ser malo, pero el mundo cuñadil es capaz de deslumbrarse enormemente con el nuevo líder político de moda o con la noticia del día. Al politólogo, escépticamente analítico, muchas veces le resbala la acuciante actualidad que, en cambio, hace las delicias del seguimiento 24 horas en televisión. La tomatización de la política (rellena de días históricos y declaraciones cruzadas) hace las delicias del cuñado. No satisfecho, realiza preguntas entre absurdas y ridículas, pero bien regadas de opinión.
En segundo lugar, los comentarios racistas, casi siempre ligados a los últimos y gravísimos datos del paro. Siempre comienzan diciendo “los inmigrantes” para acabar con algún improperio que, a mis oídos, parece siempre un atrevido rebuzno.
¡Propongo prohibir el cuñadismo! Reformemos la LOREG, la Ley de Partidos, la Constitución… Lo que haga falta, para desterrar este fenómeno. Una lacra social.
Tal vez la solución adolece de grados enormes de intolerancia… Justo una característica del gremio que nos atañe. Tal vez debamos conformarnos y esperar a que todo pase. Y mientras, habremos de contestar perogrulladas de este calibre al personal.
- – Que sí, que Rivera es de derechas, ¡hombre!
- – No, porque Paco Marhuenda dice que…